Quitar las hojas externas del repollo (enjuagarlas y dejarlas escurriendo, las usaremos más adelante). Cortar finamente el repollo, lo más pequeño que se pueda.
Colocar el repollo picado en un bol y añadir una cucharada de sal marina.
Con las manos limpias, amasar el repollo para que vaya largando su jugo. Su tamaño disminuirá y su color cambiará levemente.
Colocar la preparación en un frasco con tapa previamente esterilizado. Presionar bien para que los trocitos de repollo queden tapados por su propio jugo, como se ve en la imagen.
Colocar encima las hojas de repollo que habíamos reservado. Colocar sobre las hojas una piedra limpia o algún elemento que ejerza presión (puede ser un frasquito pequeño esterilizado, relleno con agua y tapado). Tapar bien el frasco para evitar que los gases que se producen en su interior, lo abra.
Llevar el frasco a un lugar seco y oscuro. Lo ideal es la alacena de la cocina. Conservar entre 7 y 14 días sin abrir.
Pasado el tiempo, retirar el peso y desechar las hojas superiores. La preparación debe saber ácida, si oliera mal o tuviera tono amarronado o algún hongo, desechar. Si no, conservar en un nuevo frasco esterilizado, en la heladera y usarlo para realzar el sabor y el valor nutricional de cualquier plato!