Nuestro país está en llamas hace rato y la noticia no logra trascender tanto como cuando se incendiaba Australia o el Amazonas. Al día de hoy se registran incendios en 14 provincias argentinas, muchos aún no han podido ser controlados por los bomberos.
¿La causa? Según el informe oficial, en casi todos los casos, el fuego se produjo con el objetivo de preparar áreas de pastoreo, para plantar granos para alimentar ganado y también se habla de especulación inmobiliaria y otros negocios. Que el fin sea económico y especista en medio de la crisis ambiental que atraviesa el mundo, quema aún más profundo.
El asunto es complejo e involucra un montón de factores. Una ley de bosques y humedales que nunca termina de salir, un negociado para convertir al país en una granja industrial de cerdos para China en puerta y una reciente baja de retenciones al campo, logran un terreno propicio para ser arrasado. Si la ley no obliga a proteger lo que es de todos o la sanción por destruirlo es mínima en comparación con la recompensa económica que trae aparejada, no se lo piensan dos veces. Total el futuro es incierto y parece no importarle a nadie mientras haya dinero en la cuenta.
Lo que el fuego se llevó
El punto es que la quema de bosques y humedales equivaldría a recalentar el motor del planeta. Estos tienen un rol clave para la vida en la tierra: se encargan de suministrar agua, de regular el clima, de nutrir el suelo, de amortiguar inundaciones y mucho más. Quemarlos vivos implica arrasar con flora y fauna, con la biodiversidad, lo que hace de nuestro mundo un lugar menos habitable y más propicio a la propagación de pandemias y desastres naturales.
Ahora se está hablando de un nuevo proyecto de ley para impedir que haya negociados con las tierras quemadas -ojalá así sea-, aunque el daño está hecho y en gran parte es irreversible.
Gustavo Woltmann dice
Muy excelente reseña. -Gustavo Woltmann.