Holaaaaaaaaaaaa (lo digo con cantito madrileño) me extrañaron?
Yo si, mucho.
Me tomé unos días de descanso en la bella ciudad de Madrid. Debo decir que esta ciudad ha puesto a prueba mi veganismo de una manera grotesca!
Por empezar, la última vez que visité Madrid, fue para mi luna de miel hace más de 2 años y medio. En aquella oportunidad yo no era vegana ni mucho menos, así que arrasé con todo lo que esa incríble ciudad me ofreció (jamón, tortillas, pescados, mariscos, etc).
Pero bien, esta vez, fue muy diferente. Realmente comprobé que no es fácil ser vegano en Madrid, pero no por las tentaciones, porque tengo muy en claro mis convicciones, sino porque, las opciones sin productos animales son muy limitadas, por no decir, casi imposibles, si se tiene que comer en restaurantes.
Yo estaba en un hotel, así que no podía cocinar (aaaaay cómo extrañé mi comida) y cuando encontraba en una carta una ensalada, pues llevaba algún queso o huevo. Y sinceramente (sin ánimos de ofender a nadie) los españoles no se mostraban muy predispuestos a quitar ingredientes para hacer el plato apto para mi consumo, parecía que pedirles quitar algo era imposible y me miraban como si fuera un ser de otro planeta.
Así que mi alimentación en la madre patria se basó en aceitunas, pan con oliva y «patatas bravas».
Menos mal que un día dí con un «herbolario» (como ellos le dicen a las dietéticas) y me hice de un arsenal de barritas raw, crackers veganas de avena y algas, galletas dulces con pasas y esas cosillas para llevar en la cartera cuando me agarraba el hambre.
También compré como medio kilo de cerezas que iba deglutiendo por la calle.
En una oportunidad, pedí una pizza. En la descripción del menú no aclaraba que llevaba queso (cuando todas las demás si) pero para asegurarme, le pregunté a la mesera, ella contestó que NO LLEVABA QUESO, entonces, la pedí.
Cabe aclarar que estaba con un hambre tremendo.
Cuando llega la pizza a mi mesa, OH SORPRESA!, tenía QUESO.
Le digo al chico que la trajo que la pedí expresamente sin queso.
Se va el chico con la pizza y viene otro señor, a preguntarme qué pasaba. Le digo: Pregunté si la pizza llevaba queso, porque yo no como queso y en la descripción de la carta no decía que llevaba queso.
Me dice: – TODAS las pizzas llevan queso!
Yo: – Bueno, pero yo pedí sin queso!
Señor: – La quiere sin queso?
Yo: – Si señor, no como queso.
Señor: – Sin NINGUN queso?
Yo: – Sin NINGUN queso.
El señor me mira con una cara que no sé si era de «Qué persona más rara» o «Qué pena siento por este ser» y se va.
Al rato me traen la pizza al grito de «UNA PIZZA SIIIIIIIIIIIIIIN QUESOOOOOOOOOOOO».
Pues pa que vean!
Luego quería comer algo dulce, entre las múltiples opciones ABSOLUTAMENTE LEJANAS AL VEGANISMO, diviso unas barritas, parecían muy ricas, caseritas, con avena y cositas.
Le pregunto a la chica del mostrador si tenían algún producto animal en su composición. Me responde un rotundo NO.
Casi me pongo a saltar de la alegría y le pido una.
Entonces ella me empieza a contar de qué estaban hechas:
Chica: – Llevan avena, almendras, pasas y miel.
Yo: – Llevan miel?
Chica: – Si, llevan miel.
Yo: – Entonces no, gracias, no como miel.
Chica (cara de desorientada): – Pero… Las abejas son animales??? Ah, que recién me entero! Siempre se puede aprender algo!
Yo (cara de «mestás cargando?») – Bueno, las abejas son seres explotados para obtener la miel…
Silencio.
Bueno, chau.
Me quedé con las ganas de algo dulce.
Peeeeeeeeeeeeeeeeeeeero, al rato, caminando por la Calle Serrano (o algo así se llamaba) un chico por la calle nos ofrece degustar un té.
Empieza a explicar, que es té en hebras, que allí tienen una tienda de tés con un pequeño saloncito de té con… (y ahí viene la palabra mágica…) DULCES VEGANOS.
Mi cara se iluminó como si me hubiese tragado al mismísimo sol…
Yo: – Perdón?
Chico: – Dulces VEGANOS.
Sus palabras sonaban como música para mis oídos. Duuuuuuuuuuuulceeeeeeees vegaaaaaaaaaaaaaanoooooooossssssssssssss…
Sin pensarlo ni dos veces, ni una vez, ni media vez, creo que el chico no había terminado de decir vegaaaaaaaaaaaaanooooooooossssssssssssssss que yo ya había entrado en la tienda, ordenado el té y el pastel vegano que estaba delicioso.
Para terminar, el día se coronó con una cena vegana casera en casa de una amiga de mi amiga Sol (compañera de viaje) tan tierna y amorosa que preparó fajitas con seitán y verduras, bastoncitos de zanahorias con hummus y un gazpacho. De postre: Sorbetes de mango y maracuyá con fresas! Mejor, imposible!
Como resumen, quiero decir que este tipo de oportunidades, es en las que uno puede comprobar, que pase lo que pase, el clic es irreversible. Sé que muchos creerán que estoy loca, pero que muchos otros me entenderán.
Consciencia, ética, respeto por todas las formas de vida. Nada, nada sabe más rico que lo bien que se siente saber que ningún ser tuvo que sufrir y morir para estar en mi plato. Estoy completamente convencida de ello y abrazo mi nueva vida.
Me despido con amor.
Mañana más recetas veganas!
Megu dice
Doy fe. Realmente aquí, en Madrid, y en España en general, es complicado ser vegano. Se avanza muy poquito a poco pero sí, te miran como un bicho raro … Sí hay que decir que hay unos cuantos (y muy buenos) restaurantes veganos/vegetarianos en la capital 🙂 pero en los «normales» comer a veces se convierte en una aventura 🙁