Yo solía comer animales, toda mi vida lo hice. Lo hice por los mismos motivos que todos lo hacen, por tradición y por gusto.
Nunca me había preguntado si estaba bien, si era ético, si era saludable, si era necesario.
Disfrutaba mucho comiendo carne, muchísimo. No solo eso, yo no era capaz de comprender a quienes decidían no comerla. Los respetaba, de hecho, los admiraba, porque consideraba que vivían sin darse uno de los placeres que yo consideraba sagrados.
Pero hubo un día en el que decidí desintoxicarme, los festejos de fin de año, habían quedado atrás y yo había estado mucho tiempo comiendo en exceso y comida poco saludable.
Fué entonces que empecé por quitar de mi dieta las carnes rojas, cerdo, pollo y lácteos, aún seguía comiendo pescado y huevos.
En el interín estaba informándome sobre la alimentación conciente, tema que da para desarrollar en otro post, pero resumiendo, tiene que ver justamente con eso, con comer con conciencia, prestando atención a las texturas, sabores, temperaturas. Escuchar a nuestro cuerpo y nutrirlo. Además, tener en cuenta la procedencia de ese alimento, si fue preparado con amor, si lo estamos comiendo en una atmósfera de amor. El tipo de alimento y su vibración. Todas estas cosas entran a nuestro organismo, no solo la materia (el alimento en si) también la parte energética.
Seguía yo con un proceso interno de cambios, y mientras tanto empezaba a sentirme muy bien, con mucha energía y vitalidad.
Con muchas preguntas en mi cabeza y sedienta de respuestas navegaba la internet hasta que vi, ya no recuerdo dónde, un video sobre la cría intensiva de animales para la industria alimenticia.
Fue presionar el botoncito PLAY y sentir un nudo en el estómago, empezar a llorar sin poder parar, sentir horror y arrepentimiento. Fue instantáneo.
Y ese fue solo el comienzo, después de ese video vi el documental “Meat the Truth”, sobre los efectos de la industria de la carne en la salud humana y la del planeta.
Esa noche no pude dormir, como siempre que se toma una decisión trascendental en la vida, me di cuenta, de que había hecho ese famoso CLIC, “Abrí los ojos, nunca más podré volver a ser la de antes”.
Ese documental fue el primero de muchos, ya no pude parar y cada uno que veía me hacía reafirmar con toda la fuerza de la que era capaz, que estaba en el camino correcto.
Entonces decidí que no iba a comer más productos ni subproductos de origen animal y que a partir de ese momento, iba a hacer una transición para dejar también de usar cualquier producto u objeto que emplee animales en su fabricación o testee en animales.
Por los animales…
Dejé de ver a las vacas, pollos y cerdos de manera diferente a los gatos y perros, por ejemplo. Si nos lo ponemos a pensar, es solo una cuestión de costumbre.
Estamos culturalmente acostumbrados a que los gatos y los perros son mascotas y no son comida, pues bien, yo ahora ya no veo la diferencia.
Así como no podría comerme un perro, no puedo comerme un cerdo. Creo que es la manera más simple de explicarlo.
Una vez que ves a ese animal como un ser vivo, capaz de sentir dolor, angustia, sufrimiento, capaz de sentir alegría y dar afecto, ya no hay vuelta atrás.
Por el planeta…
La industria de la carne es la primera causa de emisión de gases del efecto invernadero responsables del calentamiento global. Si, más que todos los medios de transporte del mundo juntos. Increíble pero real.
Eso sin hablar de la deforestación para poder plantar más cereal para alimentar a estos animales.
Eso sin hablar de la huella hídrica.
Estamos matando al planeta y no nos estamos enterando.
Por mi salud…
A quien no crea que el consumo de productos animales contribuye al desarrollo de enfermedad cardiovascular, cáncer y diabetes, lo invito a ver o leer “The China Study” un estudio desarrollado por el Dr. T. Colin Campbell donde compara ciertas poblaciones de China con bajísimo índice en este tipo de enfermedades, analizando su dieta.
Familarícense con la historia de Suzanne Powell o tantas otras personas que vencieron cánceres avanzados solo cambiando su alimentación. Investiguen y saquen sus propias conclusiones.
Yo siempre creí que comer carne era saludable, pero, jamás me había puesto a pensar en el origen de esa carne, en su tratamiento y en qué es lo que estaba comiendo cuando comía carne. Hormonas, antidepresivos, alimentos genéticamente manipulados, antibióticos? Son algunos de los «regalitos» que vienen con tu bife.
Estas son las cosas que explican por qué desde que no consumo carnes, lácteos ni huevos, me siento mejor. A nivel físico, los beneficios son increíbles, solo basta probar para empezar a percibirlos.
A nivel espiritual, experimento felicidad, siento que no contribuyo a ningún tipo de violencia ni abuso y ningún animal tiene que morir para estar en mi plato, eso me hace sentir en paz.
Todo lo que como eleva mi vibración, así que estoy en plenitud.
Esto fue un poco mi proceso y cómo lo vivo cada día.
Cada uno es diferente y puede no sentirse igual frente a determinadas cosas.
Yo encontré en el veganismo el estilo de vida que quiero para mí y soy muy feliz por ello.
Acá les dejo una lista de algunos documentales que vi, en caso de que estén curiosos o busquen inspiración:
Earthlings, Food Matters, Vegucated, Forks over Knives, Fat sick and nearly dead, The Meatrix.
Romina dice
Me encanto el blog. Lo encontre buscando recetas de mayonesa de porotos. Recomiendo el documental de Netflix what te health
Saludos